Isabel Forga | ¿Puede el amor transformarse en odio?
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¿Puede el amor transformarse en odio?

Se suele decir que del amor al odio hay un paso. El sentimiento de amor que se transforma en odio y viceversa es un tema recurrente en literatura o en el cine, como dos caras de una misma moneda que puede mostrar tanto un lado como el otro según las circunstancias. Y es que así se da también en un gran número de historias de vida.

Podría afirmarse que un alto porcentaje de las relaciones humanas están destinadas al fracaso desde el primer día o, por lo menos, a entrar en un juego de estira y afloja en el que la moneda puede darse la vuelta en cualquier momento. Ciertamente, en el plano circunstancial o mundo de los objetos que nos rodea, el dualismo es inevitable. Nos movemos entre polos opuestos y no parece haber valores absolutos. ¿Podría existir el bien sin el mal o el amor sin el odio?

Desde el punto de vista filosófico o teológico se ha discutido siempre esa dualidad. Principios opuestos en conflicto han sido estudiados desde hace miles de años por religiones diversas y por filósofos del mundo antiguo y moderno. Las teorías y los enfoques pueden no tener fin cuando nos referimos al mundo de formas en continuo movimiento donde todo es relativo.

Siguiendo este mismo principio dualista podemos distinguir una vez más entre un plano circunstancial y uno esencial. El amor que puede transformarse en odio o en desidia o en cansancio o en aburrimiento o en desesperación pertenece siempre al plano de formas cambiantes, donde nada es verdadero, por muy real que parezca. Es decir, no es amor en esencia, sino una ilusión del ego humano que busca satisfacción a través de alguna forma que lo complemente. Esa búsqueda puede engañar durante un tiempo, tanto si el supuesto amor es correspondido como si no, y mantenernos en la ilusión hasta que la desilusión se manifiesta.

Esta reflexión suena tal vez triste o fría, pero no significa que el amor no exista, sino todo lo contrario. El amor verdadero se da en el plano esencial y puede reflejarse en los objetos, pero no al revés. Digamos que el amor ligado principalmente a la forma es una ilusión y, por tanto, no existe. Si experimentamos dolor o algún sentimiento negativo ligado a lo que consideramos amor, entonces sabremos que no lo es en verdad, dado que se está esperando un intercambio que no llega, y eso es lo que produce el dolor. El amor no espera nada, solo es, y no puede implicar dolor de ningún tipo.

El mundo de objetos cambiantes lo podemos observar y aprender a movernos en él, casi como si de un juego se tratara, pero hay que ser consciente siempre del plano esencial. Solo así podremos evitar perdernos en la locura de este mundo inconstante y empezar a apreciar sus formas sin fin. El apego a esas formas no está desprovisto de belleza. Cuando se es consciente de ese apego, se puede incluso observar la belleza del sentimiento que se da ante la pérdida porque se está observando desde el plano esencial, desde el corazón, y ahí se da el amor verdadero. A partir de ese sentimiento es posible crear una historia auténtica.

El amor-ilusión puede ser muy útil a la hora de crear historias y nos puede servir como portal hacia esa otra dimensión donde el amor sí existe como tal, sin opuestos ni transformaciones. Así pues, no es necesario renunciar a la historia, sino aprender a disfrutarla en su verdad.

 

La pregunta para esta Entre Líneas surge de El deber del odio y ¿Son compatibles el miedo y el amor?

2 Comentarios
  • Paulina
    Publicado a las 16:41h, 14 mayo Responder

    En la inmediatez del dolor supongo que sí puede llegar a pensarse que se pasó del amor al odio, pero cuando verdaderamente se amó, una vez que se calma el dolor también se calma ese fuego y se puede entender que simplemente ese amor llegó a su fin sin necesidad de sentir algo más negativo.

    • Isabel Forga
      Publicado a las 00:22h, 15 mayo Responder

      Lo que llamamos amor en el plano circunstancial puede transformarse o tener fin porque no deja de ser una ilusión. El amor esencial es inalterable.

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