Hay una herida
allá arriba, entre las estrellas.
La oscuridad sangra y delira,
y el cristal de sus ojos
se ha teñido de espejos
porque algo interrumpe su rito.
La inmensidad
ha perdido su paisaje,
su latir es hueco; su caricia, áspera,
y un silencio infinito
ahoga los sentidos
porque algo ha quebrado su canto.
Una sombra
envuelve el brillo de los astros,
puñales de seda se clavan en el aire,
y sonríe, entre lágrimas, la noche.
Ya no bailan sus perlas sobre el mar.
Algo ha detenido su danza.
Y ha huido
la luna de su trono,
creando desiertos de tinieblas.
Ya no susurra el viento en mis oídos,
sólo un crujido,
porque un adiós ha partido la noche.
Londres, 1998.