El camino conoce tu nombre,
me ha oído llamarte en voz alta;
mis pasos te escriben promesas
cuando las sombras apagan la tarde.
Y vuelvo a buscarte esta noche
bajo un viento de pergaminos
para vivirlos de nuevo a tu lado,
para volver a crearlos contigo.
Ese árbol de raíces gigantes
que creció leyendo tus versos
es testigo de palabras sin edad
que recorren el tiempo en mis brazos.
Y vuelvo a buscarte este día
en que el destino me deja alcanzarte
para sentarme junto a ti bajo el árbol
y que la sombra inmortal de sus ramas
sea lo único que cubra la tarde.
París, noviembre 2002