Errante,
como la memoria de un día último,
fugaz,
como el oro entre manos dormidas,
se perfila
la noche de sombras
sobre los caminos.
Y no me recuerda ya.
No me recuerda ni el fluir
de mi respiración lejana.
Rojo,
como esas tardes sangrantes
de vida y de sueños,
huye y se oculta el deseo
entre gotas frías de cristal.
Y me olvidaron sus ojos.
Sus ojos que antes lloraron
con mis propias lágrimas.
Estado de México, agosto 2021