He sonreído al agua de lluvia
como los niños sonríen al viento
en las tardes azules de invierno,
con sus lenguas de nubes rotas,
sin saber que en sus miradas
se adivina el respirar primero.
He cerrado los ojos al tiempo
para borrar las pautas perdidas
en los atardeceres rojos
y en tus párpados cerrados
entre duermevelas blancas,
sin temer a los secretos
invocados en tus lágrimas.
¿Para qué huir de los gestos?
¿Para qué perderme en los pasos?
Para rasgar el retorno,
aun construyendo puentes,
aun destruyendo nudos
que me atan al recuerdo.
No hay ya fuga posible
ni pensamiento exacto,
si en el desierto de luces
de tus sentidos ladrones,
no me muestras las manos
solas, capaces y ardientes
que navegaron certeras
entre la piel y la luna.
Estado de México, 19 octubre 2019