No tengo ya garras
de fuego ni de duelo,
que rasguen la historia
en estas pocas palabras,
pero los pasos rendidos
frente a todos los altares
no los callará el miedo
de labios escondidos
en la senda oscura
de un pasado ajeno.
¿Cómo no entregar la vida
si ya tomaste mi muerte
libremente, sin preguntas,
sin dramáticos ruegos?
Con las alas robadas
a las aves mensajeras
me pediste que volara
hacia el rumbo impuesto
por las noches primeras.
Desde las nubes más altas
te busqué sin pausa,
a través de las cimas lentas
con sus sombras falsas.
Ya no tengo garras
que me abran heridas
ni siembren cenizas
entre libros de paja.
Sólo despertares vertidos
como pétalos de nieve
sobre el eco antiguo
de todos los recuerdos.
Estado de México, julio 2020