La vela izada
contra el viento suave
sonríe, paciente,
porque conoce los mares
y el lenguaje profundo
que se esconde en sus olas.
Hay secretos que esperan
en su vaivén eterno
los oídos de alma
que descifren su juego.
Esa vela lo sabe,
lo percibe, lo entiende,
y observa su fondo
de esencia insondable.
Atalaya serena,
olvidada por todos
que contempla perfiles
más allá de la espuma.
Centinela que espera,
entre el cielo y el mar,
con el auge y la calma
de quien sueña despierto.
Ciudad de México, enero 2007