Hay caminos que son afortunadamente inevitables.
La vida nos va guiando por un laberinto de señales, mensajes y lecciones, disfrazados casi siempre de pasiones o sueños. De nosotros depende descifrar esas claves y aventurarnos por los senderos escondidos con sus singulares recodos, los que se pierden en las profundidades y se alzan sobre los horizontes.
Una vez que se ha comprendido la senda propia, no hay más opción que recorrerla, con los brazos abiertos y quizá a veces con los ojos cerrados. Entonces todas las dudas se transforman en posibilidades.