Quedan siempre,
en el viento, en el pensamiento,
las cenizas,
de momentos, de suspiros compartidos,
quedan siempre,
de instantes que algún alma abrazó
pero nunca el tiempo,
las cenizas.
Y en cada esquina,
en cada rama de árbol,
en cada tramo de cielo y de suelo
está escrita una historia
que ni viento, ni pensamiento
con sus brazos llenos de restos
lograron arrancar.
El horizonte,
poblado siempre de luz y sombras,
permanece.
Londres, abril 1999.