Me lo contaron las nubes
de las tardes rojas y sabias
con sus ojos de luz inmensa,
mientras sus brazos se vertían
sobre un mundo de sombras.
Me lo dibujaron despacio
con sus pinceles de oro y luna,
en el momento en que la noche
se funde con la nostalgia
entre cristales de agua.
Lo descubrí ante las montañas,
guardianas de secretos
que custodian sin descanso
crepúsculos y albas
desde las eras del sueño.
Lo oculté en el pecho
como a un tesoro sacro,
y lo derramé en silencio
bajo las lágrimas oscuras
de los sauces serenos.
Estado de México, 2 junio 2021