En el aire,
como esa voz,
como la raíz del día,
percibo silencios
que acechan al alba.
Y jadean los vientos,
cansados de mí,
de la búsqueda infame
de esos ojos de piedra.
Latigazos de mar,
disfrazados de ausencia,
golpearon mi sangre
con fervor insaciable.
Ahora entiendo la calma,
su color, su carácter,
el trapecio de luces
que acompaña su rostro.
Ya no temo el viaje,
ya no siembro lamentos,
sólo tomo la savia
que la aurora respira.
Estado de México, 21 junio 2014