Los momentos vivos que mi ser alberga,
como piezas de un sueño frente a la ventana,
pertenecen a un mundo que duerme en mis brazos,
entre blancos silencios perdidos en mí.
Conozco sus pasos, su aroma y cadencia,
el ritmo infinito que marca la herida,
y aún los abrazo y contemplo en el vidrio
ese cielo perdido, anclado en el pecho.
Ignoro el rumbo de los días cercanos,
pero de esa mazmorra que anulaba la fuerza,
y vivía del miedo que cegaba mis ojos,
he palpado los muros y encontrado cadenas.
Ciudad de México, agosto 2011