27 Dic ¿Es posible fundir la historia y el momento presente?
Las personas no han dejado nunca de buscar la compañía de los animales, a pesar de que las sociedades humanas se han ido desarraigando cada vez más de la naturaleza. No es difícil reconocer en la mirada de perros y gatos, por ejemplo, una fuerza latente que resulta cautivadora, aun sin entender realmente por qué. Muchos hablan de inocencia, la misma que se percibe en la expresión de los bebés, porque lo que se establece en ese intercambio es una conexión directa con el ser, previa a cualquier pensamiento o juicio, es decir, anterior a la historia mental.
Los seres humanos vivimos la mayor parte del tiempo en esa historia mental, que consiste básicamente en recuerdos y temores. Recuerdos de vivencias pasadas, muchas veces bañados de nostalgia, arrepentimiento, viejos rencores o incluso dolor intenso; y temores por posibles sucesos venideros que en la mayoría de los casos no llegan a darse nunca o por lo menos no de la manera imaginada. Esa historia mental constante nos impide percibir el momento presente, que es el único real.
¿Es necesario entonces deshacerse de la historia para poder experimentar el ahora? ¿Debemos olvidar nuestro pasado y también el pasado colectivo o tratar al menos de ignorarlo? Hay que entender que todo se desarrolla en el momento presente, no podría ser de otra forma, aun cuando no lo percibimos así. Todos los hechos y también el recuerdo de esos hechos se da siempre en el presente. Deshacernos de la historia sería vivir el ahora de la forma más directa, pero fundir la historia con el presente es ir un paso más allá, es estar presente después y a pesar del pensamiento. El verdadero descubrimiento de nuestro ser verdadero sólo puede darse una vez trascendido el pensamiento, por lo que la historia se convierte entonces en herramienta durante ese proceso de iluminación. Todas las vivencias y todos los obstáculos se transforman en camino cuando se comprende su función, por difíciles que hayan sido.
Hay momentos o incluso largos periodos en la vida de toda persona que más bien parecen pesadillas de las que desearía despertar. Y tal vez lo son. De una pesadilla se suele despertar en el peor momento, en el más intenso o insoportable, y eso es exactamente lo que ocurre a algunas personas en algún punto de su vida. A causa de una situación trágica o imposible de asimilar, la persona experimenta una especie de despertar, también llamado iluminación. Es como si la vida nos zarandeara con gran intensidad para despertarnos, especialmente cuando más dormidos nos percibe. Por esa razón, las personas que han sufrido traumas terribles, y alcanzado ese estado de iluminación, los describen posteriormente como pasos necesarios para despertar del sueño mental en que estamos sumidos. Sin embargo, también es posible adelantarse a los golpes y empezar a vislumbrar esa realidad sin necesidad de llegar a los acontecimientos trágicos. ¿Quién no ha soñado alguna vez que estaba soñando? La vida tiene un nivel de inteligencia que supera en gran manera a la mente humana, así que por imposible que resulte a veces, es necesario entender que siempre tiene sus sabias razones. Y no estoy hablando de resignación, que no deja de ser una forma de sometimiento irreflexiva ante la adversidad, sino de comprender la profundidad del mecanismo.
Cualquier historia, escrita, vivida, leída o imaginada no deja de ser una construcción mental de la que sólo los seres humanos somos capaces y eso es un regalo que no debemos ignorar. Quedarnos en la inmediatez del momento no nos haría felices ni infelices, pero asumir la historia y fundirla en el presente nos da la oportunidad de descubrir la vida en toda su verdadera dimensión.
La pregunta para este Entre líneas surge de El instante fuera del tiempo y La relación con la propia historia
Paulina Sánchez
Publicado a las 19:11h, 28 diciembrePrecisamente ese proceso de “resignación” del que tanto se habla a mí también me parece irreflexivo, me parece un tanto vacío porque no te ilumina, como se menciona en este texto, sino que te funde en una especie de ceguera voluntaria en la que, para no sentir, para no tocar lo más profundo del alma, parece mejor respirar profundo y mirar para otro lado. Coincido en que el presente, aunque duela, al fundirse con la historia, con lo vivido y gozado, con lo aprendido y escrito a lo largo del tiempo, es el único momento que se debe vivir en todo el significado. Gracias por la reflexión que, como siempre, me da luz.
Isabel Forga
Publicado a las 00:45h, 29 diciembreExacto, aunque entiendo que esa fusión es muy difícil, sobre todo después de algún acontecimiento triste. Muchas gracias por el comentario.