Isabel Forga | ¿Todas las historias son construcciones mentales?
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¿Todas las historias son construcciones mentales?

Caminaba por una avenida, disfrutando de una inusual tarde soleada en los lluviosos veranos del Valle de México, mientras mi memoria se regocijaba en momentos pasados. Anocheceres serenos y calurosos vividos en otras ciudades, en otros tiempos se dibujaron ante mí. Me invadió una nostalgia tranquila, bella incluso, en compañía de aquel sol brillante. Al llegar a mi destino, al final de la calle, una persona que había realizado el mismo recorrido pocos minutos antes, me saludó con la siguiente frase: “¡Qué sol tan espantoso! Espero que vuelva a llover pronto porque este calor es insoportable”.

Los mismos hechos se pueden interpretar de mil maneras distintas, incluso por la misma persona en momentos diferentes, dependiendo de las circunstancias y del estado de ánimo. Y si sometiéramos a treinta personas a la misma experiencia y les pidiéramos que relataran lo ocurrido, sin duda obtendríamos treinta historias diferentes. Se suele decir que cada persona es un mundo porque cada persona es una compleja construcción mental.

Las historias pueden tener una función muy valiosa y enriquecer la experiencia de vida de muchas formas. Para empezar, son una fuente inagotable de aprendizaje. Los seres humanos aprendemos a través de historias porque es una forma fácil, además de atractiva, de asimilar lo intangible. El problema sobreviene cuando confundimos la historia de vida con la vida misma.

Tendemos a pensar que una historia basada en hechos reales es más verdadera que una totalmente inventada, y sobre todo, que la historia de vida propia es la más real de todas. Sin embargo, la manera de interpretar un acontecimiento depende de muchos factores. Un evento que resulte en principio desagradable, o incluso trágico, se puede conservar en la memoria para siempre como un castigo divino o como una injusticia sin explicación, pero también puede evolucionar en una posibilidad de cambio positivo o descubrimiento. Un sinfín de historias diferentes se pueden crear a partir de un mismo suceso.

Las personas vivimos en una continua narración interior, en una historia sin fin de juicios e interpretaciones sobre todo lo que percibimos y recordamos. El gran paso consiste en crear una distancia de esa narración y decidir observarla. De esa forma, la podemos disfrutar y aprender de ella, y, al mismo tiempo, controlarla en lugar de permitir que nos controle. ¿Cuántas veces no ocurre que el simple hecho de recordar algo que sólo existe ya como construcción mental nos altera el estado de ánimo? Ése es el momento de crear una distancia consciente. Al fin y al cabo, la historia propia tampoco es real, aunque esté basada en hechos reales.

Quizá ese enfoque pueda sonar insensible. Es inevitable que ciertos sucesos nos afecten y si no fuera así, no habría evolución posible. Lo importante es la historia que vamos a crear a partir de esos sucesos, y sobre todo, que no nos perdamos en ella hasta el punto de considerarla realidad única. Podemos permanecer en un círculo vicioso de narración interior o dar un paso fuera del círculo y observar el relato como tal. Sólo al saber prescindir de la historia se puede apreciar su dimensión más profunda. Ahí empieza el verdadero descubrimiento.

La pregunta para este Entre líneas surge de ¿Es posible fundir la historia y el momento presente?

4 Comentarios
  • Paulina Sánchez
    Publicado a las 18:11h, 28 junio Responder

    Es cierto que apartarse de una historia (a veces en tiempo, a veces mediante un esfuerzo mental consciente) es lo único que nos permite observar los hechos y observar cómo actuamos frente a ellos. No obstante, creo que muchas personas no se atreven a hacerlo porque lo que se descubre a partir de ellos conlleva un enfrentamiento con uno mismo, con nuestra forma de actuar o pensar, con las consecuencias de nuestras acciones. Sí, puede ser positivo y puede ayudarte a entonces ser mejor ser humano, o al menos ese es el fin último, pero en el proceso, puede doler o dar miedo adquirir consciencia y por eso hay quienes lo evitan y prefieren enfrascarse en un “así soy y así he sido siempre” o “lo que me pasó” (en lugar de “lo que pasó”).

    • Isabel Forga
      Publicado a las 23:53h, 28 junio Responder

      Muchas gracias por tu lectura, como siempre, y por el profundo comentario.

  • Tony
    Publicado a las 21:05h, 28 junio Responder

    La verdad es que, aunque encuentro genial dicha pregunta, veo muy difícil hallar una respuesta acertada, pues da mucho que pensar.

    • Isabel Forga
      Publicado a las 23:55h, 28 junio Responder

      Y de pensar menos es precisamente de lo que se trata. Gracias por el comentario.

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