30 Abr La historia como factor detonante
Una de las grandes verdades que se ocultan en las historias es su poder para desencadenar reacciones. Detrás de cada reacción aparentemente injustificada se encuentra una historia, personal o colectiva, que puede provocar tormentas de grandes dimensiones.
Como reflexionaba en Los múltiples ángulos de la historia, una misma situación puede abordarse desde diferentes perspectivas, y un mismo factor puede producir reacciones diversas en personas o momentos distintos. Por ejemplo, si escogemos una canción y la hacemos sonar en un espacio donde se encuentren varias personas, podríamos observar reacciones que van desde la indiferencia hasta la exaltación, pasando por la melancolía o incluso el llanto. Para unas personas, esa canción será una experiencia nueva sin mayor connotación que el agrado o el aburrimiento, que irán también asociados de alguna forma a sus propios condicionamientos. Para otras, podría resultar detonante de sentimientos acumulados, positivos o negativos, con sus consecuentes reacciones.
Todos los seres humanos nos hemos visto en alguna ocasión desbordados de pronto ante alguna situación que nos arrastra a una respuesta inesperada, y en realidad, es algo que sucede con bastante frecuencia. Digamos que si alguien que camina delante de mí tira un cigarrillo al suelo, yo podría juzgar el acto como incorrecto o simplemente no prestar atención. Pero si resultara que, por desgracia, una colilla arrojada así en el pasado hubiera causado un incendio con consecuencias trágicas y presentes en mi memoria, mi reacción sería muy distinta. Mi historia de vida sería un detonante claro en ese caso.
Toda persona carga en sus hombros una historia que determina muchos de sus actos. Esa historia ha sido alimentada durante su vida y también durante otras vidas cercanas a nivel familiar o social, así como seguramente periodos de existencia anteriores. Ese condicionamiento es inevitable, siempre que no seamos conscientes de él. Es decir, sería un gran paso, observar la historia como tal, y ser, por tanto, capaces de controlar la reacción.
Una vez que se es consciente de la historia propia y de las incorporadas a lo largo de los tiempos, el sentir cambia y deja de ser simple reacción visceral para convertirse en sentimiento observado y abrazado. La ira, por ejemplo, estará ligada a la historia, pero la misma historia la puede vencer. Esa ira no tiene poder por sí sola lejos de la historia que la alimenta y una vez enfrentada de manera directa a través de la consciencia de su propia narrativa, se desintegra sin más. No tiene existencia propia.
De la misma forma, toda situación o pensamiento se puede enfrentar a partir de su propia historia, y yendo un paso más allá, se puede incluso transformar para que el relato interior no se pierda, sino que se asuma en su verdadera naturaleza constructiva. La historia entendida como historia posee una riqueza innegable y maravillosa.
Nunca hay que subestimar el poder de las historias. Siempre es mejor abrazarlas, moldearlas, disfrutarlas y asumirlas para que nos ayuden a evolucionar en lugar de dejarnos arrastrar por su fuerza arrebatadora. Sólo así es posible amarlas en su dimensión verdadera.
Tony
Publicado a las 20:34h, 07 mayoComo siempre, tu comentario encierra un montón de autenticas verdades. Te felicito !!
Isabel Forga
Publicado a las 17:42h, 08 mayoMuchas gracias, como siempre también, por seguir leyendo y comentando.
Paulina
Publicado a las 16:45h, 14 mayoEste post me hizo recordar la conferencia TED de Isabel Allende “Historias de pasión” donde dice “what is truer than truth? Answer: The Story”.
Isabel Forga
Publicado a las 00:11h, 15 mayoMuchas gracias por el comentario. Voy a ver de nuevo esa conferencia.