28 Nov El camino de la escritura
A lo largo de la historia, la necesidad de escribir se ha interpretado de muchas maneras, casi siempre relacionadas con una búsqueda de permanencia. El arte en general, y la literatura en particular por la voz directa que puede emplear para transmitir su mensaje, parecen retar a la muerte o a la desaparición a la que todas las formas están condenadas. Pero en realidad, los libros, en su forma física, también acabarán por desaparecer, aunque su tiempo de vida pueda superar ampliamente al de los seres humanos.
El camino de la escritura, como todo en la vida, se puede abordar desde dos perspectivas distintas. Vuelvo a referirme a los planos circunstancial y esencial de los que hablaba en La vida en dos planos.
El mundo de circunstancias que rodean a la persona que escribe van desde el lugar, la época, el género de la historia que esté desarrollando o la posible publicación con todo lo que implica, hasta la difusión de la obra y las críticas favorables o desfavorables. En cualquier caso, se trata de un mundo de formas efímeras, inestables y cambiantes, por lo que debemos aprender a interactuar con él sin dejar que nos absorba hasta perder de vista el plano esencial.
En ese plano esencial, nos encontramos con el proceso introspectivo del acto de escribir, que es independiente de toda circunstancia. Como suelo decir, existe un fondo inalterable que permanece más allá de las palabras mismas, más allá de los detalles de la historia en sí y al que se puede acceder a través de ese proceso. El libro, aunque condenado a desaparecer también, se convierte en un portal hacia la verdad imperecedera que todos buscamos de manera consciente o inconsciente. Una vez que la historia llega al corazón y lo transforma, su esencia ya no puede perderse.
Me doy cuenta de que, en mi caso, las historias han sido, más que una búsqueda de permanencia propia, un deseo de entrar en contacto con algo permanente en el contexto de formas fugaces que tan poco fiable resulta. Desde siempre he buscado esas historias y me he alimentado de ellas, consciente en mi interior de que su fondo era más real que las formas que me rodeaban en el plano circunstancial.
El camino de la escritura es inevitable y la persona que necesita escribir encontrará el tiempo y la manera para hacerlo, aunque deba sacrificar horas de sueño o de ocio, que nunca sentirá como un sacrificio. Cada momento dedicado a escribir es un regalo. Tampoco está directamente relacionada esa necesidad con la difusión o aceptación que puedan tener su escritos. Incluso si nunca llegara a mostrarlos a nadie, no por eso dejaría de escribir. La búsqueda de difusión a veces no es más que una excusa para ir obteniendo más tiempo para la escritura. En otros casos, dependiendo de la naturaleza de los escritos, puede existir un deseo, casi un deber, de compartir observaciones, sentimientos o ideas que puedan beneficiar de algún modo a los lectores.
El proceso implica también mucha horas de soledad, antes, durante y después de la escritura. Soledad y silencio que en ningún caso resultan insoportables, sino todo lo contrario: un refugio donde la dimensión esencial puede brillar con más facilidad. En esa quietud necesaria, persona, personaje y palabra se funden como vehículo hacia el fondo permanente que subyace a toda historia.
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