15 Jun El silencio de la palabra escrita
Hablar de silencio y de palabra escrita es hablar de posibilidades sin fin. Ambos encierran mundos de conocimiento ilimitados a partir de los cuales podemos descubrir los secretos más profundos de la humanidad y de la vida.
En los libros se esconde el saber de la historia humana, mientras que el silencio es una puerta hacia la sabiduría infinita de nuestro ser. Como seres humanos, debemos alimentar al ser y al humano que nos constituyen, y para ello es necesario conocer el valor esencial tanto del silencio como de la palabra.
Recuerdo un tiempo, antes de que casi cualquier dato pudiera obtenerse con unos cuantos clics, en que solía visitar bibliotecas. Me refiero a bibliotecas físicas, no virtuales ni digitales. Allí era donde los estudiantes realizaban normalmente las búsquedas de información, y los libros, en lugar de descargarse, se pedían prestados. Al imaginar una biblioteca, inevitablemente pensamos en libros, pero además de los anaqueles llenos de impresionantes volúmenes, lo que aprendí a apreciar al entrar en una biblioteca fue el silencio. De esta manera empecé a descubrir la mágica relación que existe entre el silencio y la palabra escrita, pues rodea a ambos un halo sagrado que más que entenderse se debe percibir.
El silencio es difícil de encontrar en la mayoría de las sociedades actuales. Incluso cuando creemos que todo está callado, si agudizamos el oído, nos daremos cuenta de que queda algún zumbido presente, quizá el frigorífico, el aire acondicionado, el ventilador del ordenador… Ya no sabemos apreciar el silencio porque se nos ha enseñado a evitarlo a toda costa y llega incluso a asustar a la mayoría de las personas.
Se suele pensar que llenándola de sonoridad y de ruido, la vida será más intensa, cuando en realidad no hay nada más intenso que el silencio. El silencio es la base todo y, no obstante, no puede definirse. Normalmente se explica mediante lo que no es, como ausencia o falta de sonido, pero no en sí mismo porque carece de límites definibles. De igual manera, cuando paseamos la mirada callada por las palabras escritas en un libro, un mundo de sensaciones se hace presente en nuestro interior, un mundo para el que tampoco sabría encontrar límites definibles. Las ideas y los sentimientos, ocultos en el silencio de las páginas, anulan además la limitación del tiempo y cobran vida cada vez que alguien los descubre.
Tampoco hay que olvidar el sentido profundo que reside entre las palabras y las líneas. Los espacios vacíos siempre han sido grandes maestros, pero requieren una especial atención. A partir de ese juego maravilloso entre espacios y palabras, entre vacíos y pensamientos, accedemos al valioso plano del observador, desde el cual todo es posible.
Por todo ello, una biblioteca es para muchos como un templo, pues en el silencio de la palabra escrita podemos definirnos como seres y como humanos.
Tony
Publicado a las 19:35h, 21 junioSiempre he considerado el silencio como mi mejor aliado. Pero si además, puedo disfrutar de él en una auténtica biblioteca, teniendo ante mis ojos las páginas de un buen libro, ¿qué mejores palabras podría escuchar?
Isabel Forga
Publicado a las 01:41h, 22 junioMe alegro de que hayas disfrutado con esta reflexión. Muchas gracias por el comentario.
Paulina
Publicado a las 17:48h, 30 junioRecuerdo con este texto mi poema favorito, escrito por la misma autora de este blog, que cierra sus líneas con estos magníficos versos que hablan del silencio: “…pero me sentaré a tu lado aun en la distancia, me sentaré a tu lado sin decir palabra, para que sea el silencio el que nos inunde de secretos, de tesoros, de ecos y de sueños, silencio que sientes como yo siento.” (Espero haberlo recordado adecuadamente de memoria pero es justo eso lo que transmite el diálogo que se tiene en silencio con los libros y sus autores).
Isabel Forga
Publicado a las 18:07h, 30 junioMuchas gracias por el comentario y por recordar mis viejos y queridos versos.