28 Mar Una maleta con doble fondo
Se sabe que los momentos difíciles son duros maestros que empujan a la reflexión y a la transformación. Cierto es que hay muchos tipos de momentos difíciles y la mayoría de ellos exige acciones drásticas o decisiones imposibles que pueden marcarnos de mil maneras. Si, en cambio, lo que se nos solicita es todo lo contrario, o sea, que no hagamos nada, que permanezcamos en aislamiento y abandonemos muchas de nuestras actividades, no solo las placenteras, sino en algunos casos incluso las laborales, ¿no debería ser esa una medida fácil? Al parecer no es así.
Si ya es un desafío para el ser humano mantener quieto el cuerpo, más complicado es aún detener la mente, que además por inercia se rebelará ante cualquier imposición sin ni siquiera analizarla. De hecho, aprender a ignorar, ya no a detener, nuestros destructivos pensamientos, requiere una práctica constante a la que algunas personas se dedican durante muchos años.
Hemos creado un mundo frenético donde la inacción y la desesperación van de la mano; detenernos y morir son prácticamente sinónimos. Sin embargo, la vida tiene sus métodos y mientras más sordos nos mostremos ante sus señales, menos sutiles serán sus enseñanzas. A veces es suficiente un minúsculo virus para paralizar a toda la humanidad.
Cuando se nos obliga a detenernos un tiempo de forma tan radical como está ocurriendo estos días, y entendemos las catastróficas consecuencias que eso supone para un mundo como el nuestro, podemos hundirnos en la desesperación o empezar a replantear conceptos básicos, de esos que mueven cimientos. Un tiempo de sincera introspección, lejos de las distracciones usuales, es una valiosa invitación a descubrir nuevos caminos. Tal vez esos caminos siempre han estado ahí, ocultos bajo un doble fondo en nuestra maleta de vida.
Durante nuestros días en esta tierra, todos cargamos con una maleta en la que vamos acumulando objetos, pensamientos, relaciones, recuerdos, planes, expectativas, miedos, y un sinfín de cosas más. A veces decidimos deshacernos de algunos de esos artículos o cambiarlos por otros para continuar el viaje. Muchos son útiles para ese viaje, siempre que entendamos su verdadera función, otros simplemente un lastre. Al fin y al cabo, algún día vamos a tener que abandonar esa maleta con todo su contenido, aunque hay personas que acumulan con tal afán que no parecen ser conscientes de ese hecho ineludible.
Recuerdo una época de mi vida en la que solía mudarme con insólita frecuencia, a veces dentro de la misma ciudad, otras, hacia un nuevo país o incluso continente. Y claro, antes de que los libros pudieran transportarse por miles en un pequeño dispositivo, uno de mis retos era moverme con ellos. Incapaz de abandonarlos o donarlos a otros ojos, llenaba maletas y cajas con pesados volúmenes, convirtiendo en una carga lo que debería permanecer siempre como un tesoro. Tardé mucho tiempo en entender que lo esencial de todas aquellas páginas residía en un doble fondo que llevaba ya conmigo a todas partes. Los libros no son algo físico, los libros se llevan en el corazón.
En el continuo trajín de meter y sacar objetos de su equipaje, pocos son los que buscan más allá, es decir, los que tratan de hallar en su maleta un doble fondo donde conservar algo verdaderamente duradero, algo que pueda ser por siempre y no llegue a perderse nunca, ni siquiera al final de la vida.
Quizá este tiempo obligatorio de quietud y distancia nos sirva para ahondar en nuestro propio equipaje y percibir, entre las páginas acumuladas, espacios silenciosos llenos de valiosas posibilidades.
Tony
Publicado a las 19:41h, 05 abrilQué bueno sería para todos utilizar solo ese doble fondo de nuestra maleta, dejando atrás el lastre que supone llevarla llena del todo con tantas inutilidades que solo sirven para aumentar su peso.
Isabel Forga
Publicado a las 23:21h, 05 abrilDesde luego, pero ya con ser conscientes de su existencia, damos un paso importante. Gracias, como siempre, por tu comentario.
Nuria
Publicado a las 19:38h, 07 abrilNunca dejo comentarios, aunque debería!, pero que sepas que siempre te leo. Quizás este tiempo detenido en el que estamos atrapados estos días me ha animado a ello.
Me ha encantado la metáfora de la maleta que llevamos en nuestro viaje terrenal y…su doble fondo. Cuánta razón tienes y cuánta reflexión nos dejas siempre con tus palabras. Muy bonito.
Isabel Forga
Publicado a las 02:29h, 08 abrilGracias por tus lecturas y por tu comentario. Tengo otros lectores habituales que tampoco suelen dejar comentarios, pero tus palabras me animan a seguir publicando mis reflexiones.
Paulina
Publicado a las 06:35h, 28 abrilMe alegra saber que en el doble fondo de mi maleta, al inspeccionarla en este tiempo de quietud, no hay miedo sino creatividad. Aún así, todavía hay en esa maleta mil preguntas, miles de cosas por saber de la vida y de mí, así que seguiré hurgando para ver cuánto del equipaje debo sacar y qué sí debo conservar para siempre. ¡Gracias por la metáfora!
Isabel Forga
Publicado a las 03:30h, 29 abrilMuchas gracias por tus comentarios, como siempre. No te preocupes, lo que debes conservar no se pierde nunca, solo es cuestión de aprender a descubrirlo.