Desde muy temprana edad las historias y sus personajes han ejercido una gran fascinación sobre mí. En medio de las actividades diarias propias de la edad infantil o adolescente, básicamente escolares con todo lo que ello implica, mi mente divagaba sin cesar entre escenarios fantásticos llenos de atractivos personajes que, por un lado, resultaban de gran ayuda para enfrentar las tareas rutinarias y, por otro, me conferían un aire de ausencia que a algunos parecía molestar.

A medida que los años avanzaron, mi ensoñación no disminuyó, sino todo lo contrario. Podía pasar largas temporadas sumergida en historias, mientras, de alguna forma, la vida real se desarrollaba a mi alrededor, con mayor o menor intervención de mi parte. Sin embargo, lejos de interferir con esas actividades de la vida diaria, mis sueños y mis personajes, siempre me ayudaron, siempre estuvieron a mi lado, y la fuerza interior de esas historias me impulsó a emprender con entusiasmo estudios varios y maravillosas aventuras.

El mundo de la fantasía nos otorga una visión de la vida y de las personas mucho más profunda. Lejos de trasladarnos fuera de la realidad, nos permite experimentar esa realidad con mayor intensidad y ser más conscientes de la belleza que nos rodea. Hay una dimensión esencial de la vida que en la mayoría de los casos se nos escapa y la fantasía es una forma de conocer esa dimensión. Si nos atenemos tan sólo a lo que se nos vende como real y vivimos siempre con los pies en la tierra nos estaremos perdiendo un aspecto primordial del sentir humano.

Los seres humanos siempre han necesitado historias y es preciso reconocer la importancia de esos relatos y la riqueza que aportan a nuestra existencia. Los sentimientos y los sueños de los personajes son nuestros sentimientos y nuestros sueños. Lo que llegamos a aprender con la lectura y la imaginación es de un valor inmenso que nos ayudará a enfrentar las situaciones cotidianas, con sus conflictos y sus reveses, de una manera más sabia. El punto de vista de los personajes, a través de la voz de sus autores, amplía nuestros horizontes y nos da la oportunidad de saborear la vida con la sapiencia de quien hubiera experimentado vidas diversas. Lo único que tenemos que hacer es mirar de vez en cuando a través de esos ojos ficticios, asumir las emociones que nos brindan, henchirnos con sus amores y compartir sus sufrimientos. La experiencia está servida.